Sonreír y equivocarse, las claves para la vida y la cocina del chef Carles Tejedor
“Equivócate, sonríe y disfruta. Estoy aquí por todos los errores que he tenido.” La frase de Carles Tejedor no suena a eslogan ni a manual de autoayuda: es una confesión íntima, dicha con calma y con el peso de la experiencia.
En el marco del Latino Gastronomic de Puebla, el cocinero catalán reveló a un hombre que ha hecho de la vulnerabilidad su fortaleza y de la emoción su ingrediente secreto.
Tejedor, estrella Michelin y actual chef ejecutivo del José Andrés Group en Estados Unidos, cuenta que nunca siguió consejos ni fórmulas preestablecidas, que lo único que lo guió fue su instinto. “Siempre fueron mis vibraciones, mis ganas de tirar para adelante”, recuerda.
Desde un pequeño horno en Cataluña, donde aprendió que hacer pan era también dar vida a otros, hasta los escenarios internacionales, el trayecto de Tejedor se sostiene en esa brújula íntima. Y lo resume con una declaración sencilla: “Yo no soy chef, soy cocinero”.
Volver al origen
Para Tejedor, equivocarse no es un tropiezo sino un camino de regreso al origen, allí donde se reconocen las raíces, se entiende la tradición y se aprende a respetarla antes de transformarla. “Primero tienes que saber qué es un mole, qué es una paella. Solo entonces puedes transformarlos sin perder el respeto”, insiste.
Por eso, en Puebla, compartir escenario con la cocinera tradicional Guillermina Muñoz fue una experiencia que lo conmovió.
“Me sentí como telonero de los Rolling Stones”, confiesa el cocinero español entre risas, pero lo dice con la humildad de quien reconoce en esas cocineras tradicionales el verdadero pilar de la gastronomía. En ellas ve la encarnación del origen: guardianas de recetas transmitidas por generaciones, capaces de sostener el alma de una cultura en cada platillo.
Sonreírle a la vida
Los errores lo hicieron más grande, afirma el catalán. Pero también lo han hecho más sensible. “Haz lo que sabes hacer, porque la emoción está en ser como eres”, reflexiona.
Para Tejedor, la cocina no es un espectáculo ni un título de prestigio, sino una forma de vida donde lo esencial está en compartir lo sencillo: una paella para su familia, un mole en Puebla, un plato hecho con honestidad.
Cuando habla de su hija, la voz se le suaviza. “Llevo tatuada su sonrisa porque me recuerda que hay que sonreírle a la vida, incluso en los días más difíciles”. Esa imagen se convierte en metáfora de su filosofía: cocinar como acto de alegría, vivir como quien sabe que la felicidad está en lo cotidiano, aceptar los errores como parte del viaje y sonreír incluso cuando la vida aprieta.
Al final, la entrevista deja claro que la clave de Carles Tejedor no está en las estrellas Michelin ni en los ránkings, sino en algo mucho más humano: sonreír y equivocarse. Porque en esa combinación, vulnerable y luminosa a la vez, encontró el secreto para seguir siendo lo que siempre quiso ser: un cocinero. EFE
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