Los petirrojos son animales poco comunes: tienen cuerpo de pez, alas de pájaro y patas de cangrejo. Ahora, un estudio ha descubierto que sus piernas no sólo sirven para caminar, sino que también son órganos sensoriales sofisticados que les ayudan a encontrar y saborear presas enterradas.
Los detalles de la investigación, liderada por las universidades estadounidenses de Harvard y Stanford, fueron publicados este jueves en artículos separados en la revista Current Biology.
“Este es un pez al que le crecieron patas gracias a los mismos genes que contribuyen al desarrollo de nuestras extremidades y luego las reutilizó para encontrar presas usando los mismos genes que usa nuestra lengua para saborear la comida: una auténtica locura”, resume. Nicholas Bellono, de la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachusetts).
Tras descubrir estos animales por casualidad durante una visita al Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole (Massachusetts), los investigadores sintieron curiosidad y quisieron estudiarlos mejor.
Los petirrojos son muy buenos para encontrar alimento, por lo que siempre les siguen otros peces oportunistas. Pero no se sabía por qué tenían esa habilidad.
Al estudiarlos, el equipo descubrió que las patas de estos peces están cubiertas de papilas sensoriales, cada una de las cuales recibe una densa inervación de neuronas sensibles al tacto.
Además, estas papilas también tienen receptores gustativos y una sensibilidad química que las impulsa a cavar.
El estudio confirmó que las papilas son una innovación evolutiva clave que ha permitido a los petirrojos tener éxito en el fondo marino de una manera que otros animales no pueden.
Un estudio genético
Posteriormente, en un segundo estudio, los investigadores profundizaron en la base genética de las singulares patas de estos peces.
Utilizaron la secuenciación del genoma, la elaboración de perfiles transcripcionales y el estudio de especies híbridas para comprender las bases moleculares y de desarrollo de la formación de las piernas.
Sus análisis identificaron un factor de transcripción antiguo y conservado, llamado tbx3a, como el principal determinante del desarrollo sensorial de las patas de los petirrojos marinos.
La edición del genoma confirmó que dependen de este gen regulador para desarrollar normalmente sus piernas.
El mismo gen también desempeña un papel clave en la formación de las papilas sensoriales de los petirrojos marinos y su comportamiento de excavación.
“Aunque muchos rasgos parecen nuevos, a menudo se construyen a partir de genes y módulos que han existido durante mucho tiempo”, porque “así es como funciona la evolución: jugueteando con partes viejas para construir cosas nuevas”, dice Kingsley.
Según los investigadores, los hallazgos demuestran que ahora es posible ampliar nuestro conocimiento detallado de rasgos complejos y su evolución en organismos salvajes, no sólo en organismos modelo bien establecidos.