Sin embargo, también hay quien piensa que estas medidas, aunque inflacionarias, traerán de vuelta a miles de empresas sólidas generadoras de empleos de calidad.
En medio de las recientes perturbaciones del mercado bursátil, la ‘guerra’ arancelaria mundial y las noticias de subidas y bajadas de Wall Street, hay una mayoría de neoyorquinos de la clase trabajadora que no tiene acciones, ni inversiones bursátiles. Pero sí resiente como nadie, el peso de toda una dinámica financiera en sus bolsillos, además de una clara merma de sus clientes. Y en algunos casos de sus empleados. Es el caso de los taxistas y los dueños de talleres mecánicos.
“Vamos es para abajo. Ya veníamos mal, pero esto de los aranceles a los fabricantes de carros, la guerra comercial y las amenazas de deportaciones a nosotros nos ha afectado como nunca antes. La gente no sale como antes por miedo. No quiere gastar. Porque los costos de la comida se devoran sus sueldos. Si van para el aeropuerto, prefieren montarse con sus maletas en el tren”, es apenas un testimonio del taxista dominicano César Feliz, con más de dos décadas en esta profesión.