En las arenas del desierto australiano, habita un pequeño mamífero tan misterioso que incluso los científicos especializados rara vez tienen la oportunidad de observarlo. Este animal, conocido como topo marsupial (Notoryctes typhlops), ha desconcertado a la ciencia desde finales del siglo XIX, cuando se registraron los primeros ejemplares. Para los habitantes originarios, sin embargo, el topo marsupial ya era conocido y formaba parte de sus relatos de creación o tjukurpa, particularmente en la región de Uluṟu-Kata Tjuṯa.
Un estudio reciente, publicado en Science Advances, arroja nueva luz sobre este enigmático animal. Utilizando genomas secuenciados de especímenes conservados, el equipo liderado por Stephen Frankenberg ha demostrado que el topo marsupial está estrechamente relacionado con los bilbies y bandicuts, un vínculo inesperado que transforma nuestra comprensión de su lugar en el árbol evolutivo de los marsupiales.
Adaptaciones únicas para un estilo de vida subterráneo
El topo marsupial presenta un conjunto de características anatómicas y genéticas diseñadas para una vida bajo tierra. Con cuerpos pequeños, cuyas masas están entre 40 y 70 gramos, y extremidades robustas adaptadas para excavar, estos animales tienen un aspecto peculiar que ha sido moldeado por su hábitat extremo. Su bolsa marsupial orientada hacia atrás evita que la arena se acumule en el espacio donde cuidan a sus crías.
Por otra parte, carecen de orejas externas y de ojos funcionales, y en su lugar poseen una “protección carnosa” en la cara que actúa como una especie de escudo. Estas modificaciones son resultado de lo que los biólogos denominan evolución convergente, un proceso en el que especies no relacionadas desarrollan adaptaciones similares debido a entornos compartidos. Los investigadores destacan que estas adaptaciones facilitan su desplazamiento por la arena, donde “prácticamente nadan”.
Por otro lado, se descubrió una duplicación del gen de la hemoglobina omega, un cambio que parece ayudar a los moles a resistir niveles bajos de oxígeno mientras se mueven por los suelos arenosos. Este hallazgo marca el primer caso conocido de duplicación de este gen en mamíferos.
Un parentesco inesperado
Los análisis genéticos realizados en este estudio confirmaron que el topo marsupial pertenece al grupo de los Peramelemorphia, que incluye a los bilbies y bandicuts. Aunque a primera vista estas especies parecen muy diferentes, comparten ancestros comunes que se remontan a hace unos 60 millones de años.
Los bilbies, conocidos por sus orejas largas y hábitos terrestres, y los bandicuts, con sus hocicos puntiagudos, representan estilos de vida muy distintos al subterráneo. Sin embargo, las similitudes genéticas muestran cómo una rama de esta familia evolucionó para adaptarse a la vida bajo tierra. El estudio señala que esta separación ocurrió rápidamente, en términos evolutivos, lo que explica por qué otras investigaciones previas no habían logrado establecer el vínculo.
Este parentesco también conecta a los topos marsupiales con otros marsupiales icónicos, como los diablos de Tasmania y los quolls, que comparten un ancestro común más distante. La posición del topo marsupial en el árbol evolutivo de los marsupiales representa una resolución clave tras décadas de debate científico.
Impactos históricos en su población
La historia demográfica del topo marsupial muestra que su población se ha enfrentado a fuertes desafíos en los últimos 100.000 años. Utilizando análisis genómicos, los investigadores rastrearon el tamaño poblacional efectivo de la especie y descubrieron que sus números comenzaron a declinar hace aproximadamente 70.000 años, coincidiendo con un periodo de cambio climático global conocido como el estadio isotópico marino 4.
Aunque su declive parece haber precedido la llegada de los humanos a Australia, se cree que actividades humanas posteriores, como la introducción de depredadores como los zorros y gatos, pudieron haber agravado la situación. En la actualidad, el topo marsupial es clasificado como una especie de “preocupación menor” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), aunque el estudio subraya la importancia de monitorear sus poblaciones.
Cambios evolutivos: más allá de la biología externa
Un hallazgo particularmente fascinante del estudio fue el análisis de los genes responsables de la visión. Los topos marsupiales han perdido gradualmente la función de sus ojos debido a su vida subterránea. Los investigadores identificaron un patrón progresivo en la pérdida de genes relacionados con las células del cristalino, los conos y, finalmente, los bastones. Este proceso ilustra cómo la evolución elimina características que ya no son necesarias para la supervivencia.
De manera similar, los genes que controlan el descenso testicular también muestran mutaciones únicas. El topo marsupial es el único marsupial conocido que no desarrolla un escroto; en cambio, sus testículos permanecen en el abdomen, una adaptación que reduce la resistencia al movimiento en la arena.
Fuente :MuyInteresante.com