La naturaleza tiene formas impredecibles y a veces trágicas de recordarnos nuestra vulnerabilidad. Hace apenas unos días, la riada de San Narciso, una devastadora DANA (depresión aislada en niveles altos) que comenzó el 29 de octubre en España, nos demostró el poder implacable de los elementos provocando desbordes, inundaciones repentinas y pérdidas materiales en la región de Valencia.
Las lluvias torrenciales, que alcanzaron casi 500 L/m², dejaron a su paso una cifra provisional de 217 muertos y una destrucción que nos duele profundamente. En este momento, las palabras se quedan cortas para expresar el impacto que este desastre natural ha dejado en la vida de tantas familias.
Sin embargo, en el dolor de las catástrofes emerge también un valor que nos define como seres humanos: la solidaridad. En situaciones de esta magnitud, cuando la tierra y el agua se desbordan y enfrentamos pérdida e incertidumbre, surgen gestos de compasión y dedicación que nos muestran lo mejor de nuestra humanidad. La ayuda voluntaria, los socorristas y los vecinos que han tendido la mano sin pensar en otra cosa que aliviar el dolor de los necesitados, son ejemplos vivos de cómo los valores humanos florecen incluso en las peores crisis.
Los desastres naturales nos enfrentan a una verdad fundamental: somos pequeños en comparación con las fuerzas de la naturaleza. No tenemos control sobre las tormentas, pero sí tenemos control sobre nuestras respuestas. Nuestra humanidad trasciende banderas, partidos e ideologías. Las tragedias no discriminan; Afectan a todos, independientemente de sus creencias, orígenes o posiciones. Hoy, más que nunca, debemos dejar de lado las divisiones políticas y centrarnos en lo que somos en esencia: seres humanos.
Cada gota de agua que cayó sin descanso en Valencia y otras zonas de España se ha convertido para nosotros en un reto para demostrar nuestra capacidad de apoyo. Es en la mano tendida, en la mirada que consuela y en los recursos compartidos donde se revela nuestra verdadera grandeza. Que este sea el momento de profundizar nuestra empatía y activar la ayuda incondicional. Más allá de las diferencias, es nuestra base humana la que debe guiarnos.
A veces, cuando la naturaleza nos lleva, es cuando más debemos recordar lo que significa estar juntos en la vida.
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