Una de las palabras con mayor connotación en nuestro idioma, no es un insulto que estaría prohibido escribir en esta columna. Me refiero a la palabra “CÁNCER”. Desde que me diagnosticaron cáncer de mama descubrí lo difícil que es pronunciar esta palabra. Cada vez que tenía que contarle a alguien la noticia de mi enfermedad, no podía decir: “Tengo cáncer”.
Cuando tuve que darle la noticia a mi padre, pensé mil veces en cómo decírselo sin sonar “lúgubre”. Además del terror de usar la palabra “prohibido”, también me entristeció que pensara que yo iba a pasar por lo mismo que mi madre, quien murió de cáncer de mama a los 33 años. De manera sutil y fingiendo que mi noticia no era algo tan grave, le dije: “Papá por favor no quiero que te preocupes, solo quiero contarte que me hice una biopsia de mama y los resultados son positivos”.
Rápidamente preguntó, preocupado: “Explícame claramente qué significa eso”. y sin opción tuve que usar un derivado de una palabra que tenía tanto miedo de pronunciar. “Papá, esto significa que encontraron células cancerosas en mí”.
No soy el único al que le cuesta asimilar esta palabra. De los cientos de textos que he recibido de amigos y familiares en mi celular, todos expresan hermosos mensajes de solidaridad como: “Siento mucho lo que te está pasando”, “Me enteré que estás pasando por un situación difícil”, “Sé que vas a pasar esta prueba”. Sin embargo, la palabra cáncer no aparece en ninguno de los mensajes.
¿Por qué nos resulta tan difícil decir esta palabra? Porque pensamos que es sinónimo de muerte. Creemos que si le decimos a una amiga “me enteré que te diagnosticaron cáncer de mama” es lo mismo que decirle “me enteré que te vas a morir”. Es cierto que muchos mueren a causa del cáncer, pero también es cierto que muchos lo superan. Por ejemplo: la tasa de supervivencia a cinco años de los hombres con cáncer de próstata localizado es casi del 100%.
Este mes de concientización sobre el cáncer es un buen momento para cambiar el significado fúnebre que le hemos asignado a esta condición. Si, como a mí, te diagnosticaron esta enfermedad, convéncete de que el cáncer no es una sentencia de muerte, sino una prueba que nos hace más fuertes.
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