Octubre Morado: Fe, Tradición y Turrón en el DMV
Causitas, llegó octubre, el mes morado, el mes que tiene un olor y un color especial para los peruanos. En Lima, basta salir a la calle para ver los hábitos morados, los cirios encendidos y sentir el aroma a incienso mezclado con el humo de los anticuchos que se venden en cada esquina. No es exageración: en Perú, octubre se vive distinto.
Todo gira en torno al Señor de los Milagros, la procesión más grande y multitudinaria de fe en el país y, dicen muchos, en el mundo. La historia se remonta al siglo XVII, cuando un humilde esclavo pintó la imagen de Cristo crucificado en una pared de adobe en Pachacamilla, Lima. Años después, un terremoto arrasó la ciudad entera, pero aquella pared con el Cristo morado permaneció intacta.
Desde entonces, millones de devotos acompañan su recorrido por las calles, con cantos, rezos y lágrimas, agradeciendo milagros recibidos y pidiendo otros nuevos.
Pero, como todo buen peruano sabe, las fiestas religiosas no vienen solas: traen también sabores y tradiciones. Octubre no se entiende sin anticuchos, picarones, mazamorra morada, arroz con leche y, sobre todo, el turrón de Doña Pepa.
La historia detrás del turrón
El origen de este dulce está cargado de fe. Josefa Marmanillo, conocida como Doña Pepa, fue una esclava liberta que sufría de parálisis en el brazo. Cuenta la tradición que, al acudir a la procesión del Cristo morado, recibió el milagro de sanar. En agradecimiento, creó un postre único: una masa de palitos crujientes bañados en miel de frutas y adornados con confites de colores.
Desde entonces, el turrón se convirtió en símbolo de octubre. Comerlo no es solo un placer, es un acto de devoción. Yo recuerdo de niño que ir a la procesión no estaba completo si no te llevabas tu porción de turrón. El reto siempre era comerlo sin que se te pegaran los dientes o que la miel chorreara hasta los codos. Pero esa era justamente la gracia: un dulce que unía a todos en la misma experiencia.

Octubre en el DMV
Ahora, viviendo en el DMV (Washington DC, Maryland, Virginia), muchos pensarán: ¿cómo mantener viva esta tradición tan peruana estando tan lejos de Lima? Pues aquí está la magia de nuestra comunidad. Porque no importa dónde estemos, los peruanos llevamos nuestras tradiciones en el corazón… y en la cocina.
Este año tuve la suerte de encontrarme con doña Juanita Cornejo Bosmediano, una compatriota que se ha ganado la fama entre amigos y vecinos por preparar unos turrones que son gloria bendita. Con paciencia, cariño y un secreto que solo las maestras saben, logra un sabor que te transporta directo a Lima en pleno mes morado. Y lo mejor: ella recibe pedidos al (240) 750-9691 y los puede mandar a
cualquier estado de los Estados Unidos.
La receta de doña Juanita
Les comparto, con su permiso, su receta para que se animen a prepararlo en casa:
Para la masa:
● 1 cucharada de anís
● 1 taza de agua
● 5 tazas de harina
● ½ cucharadita de sal
● 1 lb de manteca vegetal
● 6 yemas de huevo
● 4 cucharadas de ajonjolí tostado y molido
Primero, se hace una infusión con el anís y el agua. En un tazón, se mezclan harina, sal y manteca hasta que quede textura arenosa. Luego se agregan las yemas y el agua con anís, poco a poco, hasta formar una masa suave. Se incorpora el ajonjolí, se envuelve en plástico y se refrigera. Después, se forman los clásicos “palitos”, que se hornean hasta dorar.
Para la miel:
● 8 tazas de agua
● 2 palitos de canela
● 4 clavos de olor
● 2 naranjas, 2 manzanas verdes, 1 membrillo, cáscara de piña
● 3 tazas de azúcar
● 4 tazas de panela
● Hojas de higo
Todo esto hierve junto hasta que la fruta esté suave. Se cuela, se añade azúcar, panela y hojas de higo, y se cocina hasta lograr ese punto melcochoso que da vida al turrón.
Para el armado: En un molde, se colocan capas de palitos, se bañan con miel, se repite en direcciones opuestas, y se termina con confites de colores. El resultado es un postre que brilla como fiesta y sabe a tradición.

Más que un postre
El turrón de doña Juanita no es solo un manjar. Es un recordatorio de que, aunque estemos a miles de kilómetros, las tradiciones no mueren: se reinventan, se comparten, se transmiten. Cada bocado tiene el mismo mensaje que en Lima: fe, gratitud y unión.
Así que, causitas, este octubre celebremos a nuestra manera. Pónganse el morado, preparen un cafecito y acompáñenlo con un pedazo de turrón. Porque al final, donde haya un peruano con fe y sazón, octubre siempre será morado.
Y después no digas que no te dije…
“La comida es como la música, las mejores piezas se comparten…”
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