Por ser un hobby que permite conseguir alimentos sanos y frescos y conocer gente, por servir de complemento alimentario barato en lugares con pocos recursos, por recuperar espacios abandonados y aumentar las zonas verdes en las ciudades, por generar empleo… Por estas y otras muchas posibles razones, los huertos urbanos se extienden por todo el mundo.
En España, el fenómeno crece a un ritmo cada vez más intenso. En marzo del año pasado había más de 15.000 huertos o parcelas repartidas por más de doscientas ciudades de todas las comunidades autónomas, con una superficie similar a una vez y media el parque madrileño de El Retiro –170 hectáreas–, según un estudio sobre el tema elaborado por Gregorio Ballesteros, sociólogo y miembro de Ecologistas en Acción y la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE).
Tendencia millonaria
La organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que lo practican más de ochocientos millones de personas en todo el planeta. En nuestro país, cabría hablar de algunas decenas de miles, estima Ballesteros. “Estos datos parecen modestos si los comparamos con los de otras naciones de nuestro entorno, pero es que, en el año 2000, aquí apenas existían poco más de mil parcelas o huertos”, apostilla.
Los países con más tradición, caso de Canadá, Estados Unidos, Alemania, Francia o Inglaterra, llevan décadas de ventaja al resto. Ya en el siglo XIX, las instituciones y las empresas de las urbes más industrializadas promovieron esta clase de cultivos para mejorar la alimentación y la calidad de vida de los trabajadores. Los arquitectos de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) Nerea Morán y Agustín Hernández explican, en un artículo sobre la historia de este tipo de plantaciones, que su mayor auge se produce en momentos de crisis económicas y energéticas para asegurar el autoabastecimiento. Ballesteros diferencia en la actualidad entre los países empobrecidos, donde se concentra la mayor parte para paliar las necesidades alimentarias, y los países enriquecidos, donde además cumplen diversas funciones ambientales y sociales.
Polonia, a la cabeza
En Europa, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), cerca del 72 % de todos los hogares urbanos rusos cultivan alimentos, si bien es Polonia el país con más metros cuadrados de agricultura urbana por habitante (25,4 parcelas/1.000 habitantes), seguido de Eslovaquia (16,3) y Alemania (12,3), frente a las 0,3 de España, según datos de la revista esPosible.
José Luis Fernández Casadevante, que junto con Nerea Morán acaba de publicar el libro Raíces en el asfalto. Pasado, presente y futuro de la agricultura urbana, pone tres ejemplos de los países con más tradición y expansión de los huertos urbanos. “Nueva York dispone de cerca de mil huertos comunitarios; Reino Unido tiene una federación con más de setenta huertos y granjas urbanas, además de decenas de miles de cultivos de ocio –allotment–; y Alemania cuenta con una extensísima red de huertos de ocio y comunitarios –cerca de un millón– con cinco millones de personas asociadas”.
Desde solares hasta azoteas
Sus propias posibilidades contribuyen a que lleguen a lugares y colectivos cada vez más diversos. El solar abandonado de un barrio, la azotea de una comunidad, el campo de prácticas de un campus universitario, el patio de un colegio, una zona verde inframantenida o marginal, el terraplén de un centro de salud o de una parroquia… son posibles espacios para ponerlos en marcha, indican Pablo Llobera y Antonio Gabriel, miembros de la red de huertos urbanos comunitarios de Madrid ReHd Mad! “Participan todo tipo de personas, si bien son mayoría los adultos de entre treinta y cincuenta años”, dicen Llobera y Gabriel.
Para todos los gustos
Como explica Casadevente, los más comunes son los cultivos de ocio, con parcelas de unos 30 m2 para cada individuo o familia, que normalmente prosperan en ciudades medianas y están promovidos desde las políticas públicas; y los comunitarios, impulsados desde los movimientos sociales. Ballesteros menciona también los huertos sociales, destinados a la población vulnerable, y los escolares, que se plantan en los colegios y escuelas con fines educativos y, en función de su tamaño, para cubrir en parte las necesidades de los comedores del centro.
Asimismo, existen otros modelos en los que se puede encontrar un componente económico. Diversas empresas en toda España ofrecen huertos urbanos de alquiler que incluyen todo lo necesario, desde el sistema de riego hasta los cursos de formación, para cultivar y saborear frutas, verduras y hortalizas. Todo, por unos cuarenta euros al mes y sin alejarse de la ciudad.
Por su parte, los denominados huertos urbanos compartidos proponen llegar a un acuerdo entre propietarios de fincas sin uso y personas que quieran cultivar. Los primeros ceden el terreno a los segundos a cambio de recibir parte de su cosecha. En España, la Asociación Reforesta promueve esta modalidad que, según su coordinador, Santiago Cuerda, tiene 4.200 usuarios registrados, de los que más de 276 son propietarios de terrenos con una superficie equivalente a 71 hectáreas en nueve provincias. Cuerda explica que se han diseñado varias modalidades de alquiler y cesión para llegar a más personas y colectivos.
¡2.000 toneladas!
En definitiva, cualquier lugar vale, tanto en la propia ciudad como en las grandes extensiones de la periferia. Y no solo en el suelo, sino en los propios edificios, otra forma de hacerlo, sin salir de casa. Marta Rosique, ambientóloga y una de las fundadoras de Plantea En Verde, tienda online especializada en el tema, nos cuenta que hoy en día se puede plantar en todo tipo de terrazas o balcones, con recipientes que se adaptan a cualquier espacio –mesas de cultivo, macetas, jardines verticales, etc.–. Y no solo dentro, sino también encima. En San Petersburgo (Rusia), son famosos por sus plantaciones en los techos de los edificios. Según el Club de Horticultura Urbana de esta ciudad, en uno de los doce distritos cultivan dos mil toneladas de vegetales al año.
El coste de poner en marcha y cultivar un huerto en la ciudad es muy variable. Para Ballesteros, el factor clave es la experiencia del agricultor. Los más expertos podrán obtener productos a un precio más barato que en el supermercado, al contrario de quienes carezcan de dichos conocimientos, pero “tendrán la satisfacción de consumir productos cultivados por sí mismos”.
Rosique asegura que los vegetales obtenidos de esta forma suelen equipararse en precio a los del supermercado, aunque depende de las variedades. “Cultivar plantas de huerta para gourmets, como algunas clases de tomate y fresas, o el azafrán, resulta más rentable que comprarlas”, apunta. En opinión de Casadevante, mientras un huerto de ocio sale rentable en términos económicos, en los comunitarios el balance no es tan claro, porque se consigue poca verdura. “Ahora bien, la rentabilidad social, ambiental y educativa es enorme”.
En cuanto a los desafíos, los expertos consultados por MUY coinciden en la necesidad de obtener un mayor apoyo por parte de las instituciones. La mayoría de las ciudades y municipios que cuentan con este tipo de iniciativas disponen de ayudas y normas que facilitan el acceso a los terrenos, así como de los recursos necesarios. En otros casos, si se realiza de forma clandestina o alegal, puede dar lugar a problemas y una alteración del entorno natural, al hacerse de forma caótica. Así lo denunciaba, en Vélez (Málaga), la asociación Gena-Ecologistas en Acción, que detectó la proliferación negativa de microparcelas.
Por las fachadas
Los jardines verticales son otra forma de ampliar los espacios verdes en las ciudades. Cada vez más responsables de edificios públicos y privados de todo el mundo hacen gala de estas paredes verdes, convencidos de sus ventajas ambientales, económicas y estéticas. La idea ya se ponía en práctica desde hace siglos. De hecho, las enredaderas y demás especies trepadoras han sido empleadas tradicionalmente en numerosos edificios como elemento adicional. Sin embargo, en este nuevo uso, que comenzó de forma pionera en Suiza y Alemania, el elemento vegetal es visto como una parte esencial del diseño del edificio.
“La OMS recomienda que haya 9 m2 de zonas verdes por habitante y, con el crecimiento actual de las ciudades –se espera que en 2050 el 80 % de la población mundial vivirá en las grandes urbes–, solo será posible con azoteas y jardines verticales”, razona Daniel Guzmán, uno de los responsables de la empresa especializada Verdtical, con sede en Barcelona. Los jardines verticales del hotel Pershing Hall de París, de la embajada de Francia en Nueva Delhi, del museo CaixaForum de Madrid –del francés Patrick Blanc– o de los diseñados por Edouard François para diversos edificios parisinos son algunos referentes clásicos. Pero, cada vez más, se pueden encontrar ejemplos de este tipo de estructuras en todo el mundo.
Jordi Serramia, uno de los responsables de Urbanarbolismo, un estudio de arquitectura y paisajismo con sede en Alicante que diseña jardines verticales, estima que solo en España hay entre 1.000 y 1.500, desde los pequeños de casas, comercios, centros de trabajo y restaurantes hasta los más grandes que tapizan edificios emblemáticos.
Este auge está llevando a que algunos de ellos no se hagan de forma profesional y luego no puedan mantenerse, denuncia Guzmán. Según este experto, un buen jardín vertical debe ser autosuficiente y requerir un mantenimiento mínimo, como el de un jardín convencional. “El del CaixaForum de Madrid, desde el punto de vista de la eficiencia, es una atrocidad, porque consume gran cantidad de agua y han tenido que cambiarlo varias veces”, asegura. Por ello, tanto él como Serramia recomiendan más formación integral, que aúne aspectos relacionados no solo con la jardinería, sino con la ingeniería y la instalación técnica. En cuanto a los precios de instalar uno, oscilan en función de su superficie y complejidad entre doscientos y setecientos euros por metro cuadrado.
Un vergel en la azotea
Algunas empresas vislumbran un gran negocio en la instalación de estas paredes vegetales en viviendas residenciales y como un complemento ideal para los tejados ajardinados, que también causan furor en muchos lugares. Estas azoteas verdes persiguen aprovechar las propiedades ecológicas y económicas de introducir vegetación en la parte superior de cualquier edificio urbano, aunque los últimos diseños más vanguardistas van más allá con diversos espacios ajardinados, decorativos y de esparcimiento.
El Jardín Botánico Augustenborgs de Malmö (Suecia), la Biblioteca Pública de Vancouver (Canadá) o el Parque del Milenio, en Chicago, son algunos de los cada vez más numerosos y espectaculares ejemplos de edificios públicos con azoteas ecológicas, aunque tampoco faltan propuestas para inmuebles privados. Ya sea a lo alto o a lo ancho, el objetivo es conseguir que la naturaleza esté cada vez más presente entre los urbanitas.
Fuente :MuyInteresante.com