Aunque en aquel momento se consideró una medida necesaria, hoy la perspectiva es distinta. Con una creciente conciencia ambiental y la necesidad de desarrollar sistemas cerrados de soporte vital para misiones prolongadas, la NASA ha cambiado su enfoque. Ya no se trata solo de minimizar la masa de los residuos, sino de transformarlos en recursos útiles que permitan sostener la vida humana fuera de la Tierra.
Durante las misiones Apolo, la NASA dejó atrás un rastro poco glamuroso: 96 bolsas de desechos humanos que permanecen hasta hoy en la superficie lunar.
Se trata de residuos fisiológicos depositados en bolsas por los astronautas durante sus viajes al satélite, los cuales no fueron traídos de vuelta a la Tierra por razones logísticas. Más de medio siglo después, la agencia espacial estadounidense ha decidido que es hora de buscar una solución permanente y sostenible.