Para muchos pasajeros, los vuelos largos son simplemente una molestia por el tiempo de traslado. Sin embargo, lo que pocos saben es que este tipo de trayectos tienen efectos directos, y casi inmediatos, sobre el cuerpo humano, los cuales van desde molestias leves hasta posibles complicaciones médicas.
En primera instancia, y de acuerdo con lo revelado por médico del Explorers Club y especialista en expediciones al medio National Geographic, Michael J. Manyak, al aire dentro de la cabina suele ser sumamente seco debido a que este procede del exterior.
Lo anterior reseca las mucosas de ojos, nariz y garganta, generando incomodidad. Por ello mantenerse hidratado antes y durante el vuelo es clave, ya que también favorece la circulación.
Aunado a lo anterior, y según lo mencionado por la doctora Laleh Gharahbaghian, profesora clínica de medicina de urgencias en Stanford, los cambios de presión en despegue y aterrizaje pueden afectar los senos paranasales y causar dolor de oído. En esos casos, recomienda tomar descongestionantes y antiinflamatorios previos al vuelo.
Estar sentado en un espacio reducido durante horas también conlleva rigidez muscular, especialmente en la espalda, cuello y piernas: “Si no tienes la oportunidad de moverte, te mantienes en una sola posición, lo que implica un esfuerzo prolongado de los músculos”, explica Gharahbaghian. Movimientos simples como levantarse, caminar por el pasillo o elevar los talones mientras se está sentado pueden aliviar la tensión.