El calendario no podía ser más simbólico: a menos de tres semanas de recibir a decenas de líderes internacionales para debatir sobre el futuro del planeta, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva dio luz verde a un plan que divide incluso a su propio gabinete.
El Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama) concedió a la petrolera estatal Petrobras la licencia ambiental para iniciar perforaciones en el delta del Amazonas, una de las regiones ecológicas más sensibles del planeta. El anuncio llegó acompañado de otra noticia: las operaciones comenzarían de inmediato.
Mientras Belém se prepara para albergar en noviembre la COP30, la primera cumbre climática organizada en plena Amazonia, un barco sonda perforará a 170 kilómetros de la costa, frente al estado de Amapá, en una zona conocida como bloque 59, justo sobre la línea del ecuador.
La nueva frontera petrolera que divide al Gobierno
El bloque 59 representa una nueva frontera energética para Brasil. Se trata de una región de manglares y biodiversidad única, donde Petrobras espera encontrar yacimientos similares a los descubiertos recientemente frente a las costas de Guyana, que desataron una auténtica fiebre del petróleo en Sudamérica.
El presidente Lula defiende la decisión argumentando que los ingresos permitirán financiar programas sociales y la transición energética, pero la medida enfrenta un fuerte rechazo dentro de su propio gabinete.
La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, se ha mostrado abiertamente contraria a abrir nuevas áreas a la exploración petrolera, advirtiendo del impacto ecológico que esto podría tener en una región clave para la estabilidad climática global.
La reacción internacional y el desafío para Lula
La aprobación del permiso provocó una ola de críticas por parte de organizaciones ambientales y observatorios climáticos. El Observatorio del Clima, una alianza de ONG brasileñas, calificó la decisión como una “traición al liderazgo climático de Lula” y anunció que llevará el caso a los tribunales.
En un comunicado, el grupo afirmó que el proyecto es “desastroso desde el punto de vista ambiental y climático” y que “sabotea la cumbre del clima” que el propio país organizará en apenas unas semanas.
El momento político es delicado: Lula había buscado posicionar a Brasil como un referente mundial en la defensa del medio ambiente, tras los años de negacionismo climático bajo el mandato de Jair Bolsonaro. Pero esta decisión pone a prueba esa narrativa justo cuando los ojos del mundo estarán puestos en la Amazonia.
El permiso autoriza al barco sonda a comenzar perforaciones exploratorias durante cinco meses, con el objetivo de confirmar la presencia de petróleo en el subsuelo marino.
La presidenta de Petrobras, Magda Chambriard, ya había adelantado su urgencia: “La sonda está en posición y la broca apunta al pozo”, declaró la semana pasada, dejando claro que el proyecto no se detendría.
El país, actualmente octavo productor mundial de petróleo con más de 3,3 millones de barriles diarios, busca escalar posiciones para convertirse en el quinto productor global hacia 2030. El gobierno ve en esta expansión una oportunidad de crecimiento económico; los ambientalistas, en cambio, ven una incoherencia frente al compromiso climático que Brasil pretende exhibir en la cumbre.
Entre el petróleo y la selva: el dilema de una potencia verde
El proyecto del delta del Amazonas expone la tensión más profunda del Brasil contemporáneo: ser a la vez guardián del mayor pulmón verde del planeta y una potencia petrolera en ascenso. Mientras los negociadores internacionales se preparan para debatir sobre cómo frenar el calentamiento global, el país anfitrión comenzará a perforar en una de las regiones más emblemáticas del mundo.
El contraste es evidente y, para muchos, simbólico: el futuro del clima mundial podría decidirse a pocos kilómetros de una sonda que busca petróleo bajo las aguas del Amazonas.
[Fuente: El País]🌐Fuente🔗
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