China es sinónimo de construcciones desmesuradas que rozan lo imposible: puentes interminables, trenes que cruzan el país en horas, rascacielos que parecen desafiar la gravedad. Sin embargo, su nuevo desafío en el Tíbet, la presa de Motuo, no solo busca producir energía a una escala sin precedentes, sino también redibujar el equilibrio energético y geopolítico mundial.
Un proyecto fuera de escala
La presa de Motuo no es una infraestructura más, sino una proeza técnica que se apoya en la fuerza indomable del río Yarlung Tsangpo. Para aprovechar su caída vertiginosa, China construye túneles de hasta 20 kilómetros que alimentarán cinco centrales hidroeléctricas interconectadas. El resultado: 300 teravatios-hora al año, tres veces más que la famosa presa de las Tres Gargantas, hasta ahora la mayor del mundo.
Este coloso energético no solo es un símbolo de poder tecnológico. También es una pieza central de la estrategia nacional: transportar electricidad desde las regiones occidentales hacia las ciudades del este, donde se concentran millones de habitantes y el motor industrial de China.
Ingeniería, energía y poder
El costo estimado de la construcción asciende a 167.000 millones de dólares y requiere cantidades titánicas de cemento y acero. Se calcula que generará más de 200.000 empleos y reforzará la capacidad del país para consolidarse como líder global en energías renovables.
Aunque el crecimiento de la energía solar y eólica en China avanza a mayor ritmo, Motuo tiene una ventaja clave: la flexibilidad. La hidroeléctrica puede almacenar agua y liberarla cuando la demanda lo exija, algo imposible de lograr con el viento o el sol.
Implicaciones globales
El impacto de la presa de Motuo no se limita a China. La obra genera tensiones en India y Bangladesh, países aguas abajo que temen alteraciones en el caudal de los ríos y sus ecosistemas. Además, la magnitud del proyecto plantea preguntas sobre la sostenibilidad ambiental de intervenir un entorno tan frágil como el Himalaya.
La presa es, al mismo tiempo, un monumento a la ambición y un recordatorio de las tensiones entre desarrollo energético, equilibrio ecológico y diplomacia internacional. Si Motuo cumple lo prometido, no solo será la obra de ingeniería más impresionante de China, sino un punto de inflexión en la forma en que entendemos la energía en el siglo XXI.
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