¿Podrá la inteligencia artificial replicar la integración del cerebro humano?

El desarrollo de una inteligencia artificial general (AGI) que iguale la capacidad de adaptación y creación humanas es uno de los mayores desafíos científicos de nuestro tiempo. Aunque los modelos actuales, como los grandes sistemas de lenguaje, han superado expectativas, sus límites son claros: no perciben el mundo, no aprenden de la experiencia y su conocimiento permanece estático tras el entrenamiento.

El cerebro como inspiración modular

Mientras el cerebro humano funciona como una navaja suiza, con módulos especializados que cooperan, los modelos actuales son más cercanos a una única herramienta. Para replicar esa flexibilidad, empresas como OpenAI exploran arquitecturas “mixture of experts” que dividen las tareas en distintos módulos. Sistemas similares han sido lanzados también por firmas como Mistral o DeepSeek, con el objetivo de lograr eficiencia sin perder capacidad.

El reto radica en cómo integrar esos módulos: ¿cómo transfiere la IA información del lenguaje al razonamiento lógico o social? Esta pregunta, como advierte Anna Ivanova del Instituto de Tecnología de Georgia, sigue sin respuesta clara.

Conciencia artificial y espacio global de trabajo

Una de las propuestas más influyentes es la teoría del espacio global de trabajo (GWT), planteada por Bernard Baars. Según este modelo, la conciencia es un “foro central” donde los módulos comparten y priorizan información, algo indispensable para resolver tareas complejas.

Científicos como Stanislas Dehaene han demostrado que los humanos requieren conciencia para afrontar acciones de varios pasos, reforzando la idea de que este mecanismo es esencial. Adaptarlo a la IA supone crear sistemas de coordinación estables y transparentes, evitando que algunos módulos dominen.

Avances recientes en integración

Modelos como Perceiver de Google DeepMind han logrado procesar texto, imágenes y audio en un mismo espacio, mostrando un funcionamiento similar a la GWT. Otros proyectos, como AI People de GoodAI en Praga, ensayan entornos virtuales donde agentes artificiales integran memoria, lenguaje y emociones.

Por su parte, Yann LeCun, de Meta, apuesta por un “configurador” central que coordine módulos con memoria y percepción, sin recurrir al concepto de conciencia.

El debate sobre la conciencia en máquinas

Mientras algunos investigadores creen posible una “conciencia artificial” basada en auto-monitoreo y cooperación de módulos, otros se muestran escépticos. Anil K. Seth, de la Universidad de Sussex, sostiene que la conciencia depende más de estar vivo que de alcanzar altos niveles de inteligencia.

Nikolaus Kriegeskorte, de la Universidad de Columbia, recuerda que “el cerebro humano tiene trucos que la ingeniería aún no ha conquistado”. Para él, y muchos otros, el cerebro sigue siendo el mejor modelo de inteligencia general disponible.

Un futuro abierto

La carrera hacia la AGI ha revelado que tareas simples para los humanos, como la visión, resultan muy difíciles para las máquinas, mientras que juegos complejos como el ajedrez les resultan más accesibles. La inteligencia, concluyen los expertos, no es una sola capacidad, sino la integración de múltiples habilidades.

Si la IA logra unir esos módulos en una arquitectura realmente cooperativa, podría transformarse en un socio de la humanidad para explorar lo desconocido. Pero la pregunta clave sigue abierta: ¿hasta qué punto esa integración podrá parecerse a la conciencia que emerge del cerebro humano?

Fuente: Infobae.