En un planeta que busca desesperadamente nuevas formas de energía limpia, esta innovación llega con el peso de lo urgente y la fuerza de lo posible. Investigadores de la Universidad Tecnológica de Queensland han creado un material termoeléctrico que, al incorporar manganeso a una base de cobre y plata, consigue lo que antes parecía improbable: recuperar la energía perdida y devolverla en forma de electricidad estable, accesible y sin tóxicos.
Cuando el calor se convierte en corriente
El fenómeno detrás de esta tecnología es el efecto Seebeck: cuando un material experimenta una diferencia de temperatura entre dos extremos, los electrones migran del lado caliente al frío, generando corriente. Lo revolucionario de este nuevo compuesto es que logra hacerlo con una eficiencia récord, alcanzando un 13% frente al 3–8% típico de otros materiales.
Eso significa que, por cada 100 unidades de calor, 13 pueden transformarse en electricidad utilizable. Un rendimiento que lo coloca a la vanguardia de los sistemas termoeléctricos y que abre la puerta a aplicaciones inmediatas.
Energía en los lugares donde más se desperdicia
El calor residual está en todas partes: en el escape de un automóvil, en las chimeneas de las fábricas, en los frenos de un tren o en las turbinas de una central eléctrica. Hasta ahora, esa energía se disipaba sin más. Con este nuevo material, parte de esa pérdida puede convertirse en electricidad limpia sin necesidad de combustibles adicionales ni complejos sistemas de almacenamiento.
Japón ya experimenta con módulos termoeléctricos en procesos de fundición, y en Europa se estudia su integración en transporte ferroviario e industria pesada. Este material, más barato y más estable, podría acelerar esa adopción a escala global.
Más limpio, más simple, más viable

A diferencia de otros compuestos que recurren a plomo o telurio puro, este avance es menos tóxico y más fácil de producir en masa. El manganeso aporta la estabilidad necesaria para soportar condiciones industriales, al mismo tiempo que mantiene la eficiencia y la durabilidad del sistema.
En un escenario de crisis climática, donde cada avance cuenta, su impacto es doble: reduce emisiones y mejora la eficiencia de infraestructuras ya existentes.
El futuro en el calor invisible
Este material no sustituirá a las renovables tradicionales, pero las complementa de forma estratégica. Mientras la energía solar y eólica generan electricidad nueva, los termoeléctricos recuperan lo que de otro modo se perdería. En ese equilibrio reside su poder: aprovechar lo invisible para reforzar la transición energética.
Que el calor residual se convierta en luz eléctrica no es solo un logro de laboratorio: es la promesa de un modelo energético más inteligente, donde hasta la energía que se escapa cuenta para construir un futuro más limpio.
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